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"La relación más excitante, retadora e importante de todas es la que tienes contigo misma. Y si encuentras a alguien que ame el tú que tú quieres... eso es increíble" Estudiante. Escritora aficionada y fanática de la actualidad.

jueves, 29 de marzo de 2012

Perderse... para volverse a encontrar

Hace meses que me descolgué de este mundo. De estas palabras. Estaba perdida. Nunca pasaba tanto tiempo sin poder calmar mis ansias de escritura como ahora. Pero estos días reinaba el jolgorio, el cambio. Esta gran gresca vital hacía desestabilizar los cimientos que un día parecieron orientar mi vida. Así que después de un intento de calma mental, llegué a la conclusión: Sería imposible garabatear cualquier disparate sin una inspiración que me sirviera de modelo para tallar mi propia escultura. Me di cuenta pues, de que sin musa no hay obra propia, por mucha afinidad o devoción que se le tenga. El mero hecho de escribir está subordinado a una ilusión perpetua de la que cada persona disfruta eternamente. Y es esa misma sensación la que obliga a las miles de personas que escriben a que continúen haciéndolo. Así, pude ver esta relación como la más obvia y fundamental a la que cualquier tipo de persona ha de atenerse si desea emprender en ello. La más obvia después de la nuestra, claro está. Nuestra necesidad de sobreponernos la una a la otra. Como si la vida nos hubiera ideado para no separarnos nunca.

Pero no quiero adelantarme. Un buen mago nunca revela sus trucos. Además, el hecho de haber dejado de escribir mucho tiempo no ha de derivar en una alteración de las normas que encerraban mi manera de hacerlo. Primero he de empezar por introducir, como era costumbre, mi pequeño desván de sensaciones a las que siempre atribuyo una experiencia real. Aunque siendo ella, y conociéndome como lo hace, tampoco hiciera mucha falta. Y después acabar de hacerlo, acabar de completar la calidez que supuso tenerla, tenerla en mi vida.

Habían sucedido meses desde que la coloqué en mi armario de prendas que utilizar, concretamente, en mis prendas de abrigo. La verdad es que la necesité en los momentos más duros, y aún la reservo cuando aquellos miedos me visitan alguna noche, en las noches más frías. Mi situación no había variado desde entonces. Mi  cuerpo y corazón, calmados ya, se disponían a seguir viviendo, después de intentar refugiarme entre las ramas de algo que pareció agradarme. Volví al punto inicial. Mis sentimientos vírgenes volvían a desatar millones de sensaciones a las que, o ponía límite, o terminarían por arrollarme. Tal vez nadie sabe de lo que hablo, ni lo sabrá nunca. Pero sé que ella entenderá perfectamente de qué lugar me colgué para darme cuenta de que debía bajarme antes de que fuera demasiado tarde. Y sé que ella, aunque me vea retomando el punto de partida, y desconforme con mi manera de actuar últimamente, me apoyará y dará su mano fuerte, como día tras día nunca ha dejado de hacer.

Ahora me he dado cuenta de que  me he encontrado. No importa la relevancia que le dé a los hechos que día tras día me acompañan si estoy contigo. Porque siempre amanezco con situaciones curiosas de las que, como por obra de magia, acabo saliendo, despertándome de nuevo en ese lugar hogareño al que un día bauticé como “villa del refugio”. El mundo que ella me proporcionó. Lo descubrimos como alternativa a la artificiosidad del simple mundo que nos rodea, ese tanto nos sorprende y que solemos contemplar y comentar desde los ventanales de este. El cual desde entonces conservamos como desván de mente y corazón.  

Así que no solo me ayudó y recogió del suelo. Ella me ofreció abrigo, y me arropó. Y animó a ser mejor. Pero después, se situó en mi armario, sosteniendo aquel cartel en el que decía “continuará”. Y continuó, me siguió enseñando. Después de proporcionarme ese cobijo de seguridad  fue ella la que consiguió por fin camuflarme entre toda esa gente, evitando que las habladurías lejanas no cesaran de chismorrear sobre temas ajenos a su vida y que intercedían en la mía. Ella me ayudó a dejar de rogarle limosnas a mi corazón. A olvidar la  nostalgia que me atrapaba y de una vez por todas, volver a soñar. Dejarme de funciones exprés y espectáculos ambulantes, porque ¡Bastaba ya de hacerle malabares a los sentimientos! Alimentó mi alma antisistema, inconformista y soñador. Me hizo sentir correspondida y valorada, rellenando ese hueco, cada rincón; siendo ella mi pareja acróbata que esperaba para que saltase sin miedo, sin temor al vacío ya que sus manos expertas y amigas me esperarían siempre. Consiguió que dominara mi parte irracional tal como hacen los domadores de fieras. Y como los verdaderos magos y prestidigitadores, hizo que aprendiera a disfrutar del momento; trascendiendo las barreras temporales para siempre.

Fue así como abandoné el rol de la mujer barbuda que me había atrapado durante tanto tiempo para hacerme sentir la más seductora de las vedettes. Hizo magia con mi pasado, con mis inseguridades y mis emociones. Yo, que siempre me habían dicho que era un circo con patas, pasé a formar parte de uno de verdad. Puro espectáculo que tal como llegó a mi vida, se marchó. 

Y ahí la recordaré… en aquel escenario en el que interpretaba la historia de su vida. En el que nos conocimos nosotras mismas, y desconocimos nuestro pasado. En el que perdimos nuestros problemas, y encontramos las ilusiones. Nunca acabé de saber quién dirigió aquella obra y nos colocó a ambas como protagonistas. Solo recuerdo que se titulaba “Mi villa del refugio”, y que en el título decía “A veces hace falta perderse para volverse a encontrar”.

Felices 19. Te quiere y siempre lo hará, Sol. 

miércoles, 25 de enero de 2012

Querido Instituto...



QUERIDO INSTITUTO…

Aquel día entré al instituto cuando aún  no había terminado de amanecer, a primera hora, como algo excepcional. No es que no acostumbrara a hacerlo, sino que durante todos estos años resultó algo difícil despertarse siempre, como algunos ya saben. Mi puntualidad se manifestó justo en el momento en que entré, cuando sonó aquella música tan agradable que tenemos por timbre. Y me dispuse a subir a clase. Segundo piso. Esas clases están reservadas para los alumnos de último curso y habilitadas con perfectos instrumentos tecnológicos que, a pesar del despiste de muchos al dejarlos sin cerrar, todavía conservamos. En los pasillos se respiraba un ambiente de agobios, prisas, exámenes. Y en las clases, los horarios narraban la cantidad de cosas que quedaban por hacer, y terminaban por concienciarnos para la recta final. El mes de Enero acababa, y no quedaría mucho para el resto de curso.

Fue en ese momento cuando me topé con un pensamiento que revolvió mi interior. El hecho de terminar me hacía ilusión. Comenzaríamos nuevas carreras. Seríamos aprendices en nuevos trabajos y pioneros en nuevos estudios; y la universidad se convertiría en una meta atractiva. Pero de la misma manera que comenzaría una nueva etapa, se cerraría la puerta anterior, y con ella el instituto. No lo podía creer. Habían transcurrido 6 años desde que aquella niña inocente aterrizó con ciertas turbulencias y terminó de crecer entre las paredes de la educación y del cariño. Cada pasillo que parecía interminable terminó de recorrerlo, al igual que terminó de recorrer sus ilusiones. Alcanzó siempre la máxima nota que se propuso, de la misma manera en que se fue haciendo con su lista de retos. Deambuló clase por clase, avanzando de curso, al mismo tiempo que avanzó en madurez, comprensión y respeto. Y de vez en cuando visitó algún que otro despacho; momentos que, a día de hoy, recuerda como una buena oportunidad de tomar ejemplo y seguir aprendiendo.

La emoción salpicó mis antebrazos y me encogió el corazón. Por un momento quise camuflarme entre toda esa multitud de cursos inferiores y saltar las barreras temporales como tantas veces hice con los bancos en la clase de gimnasia. O quedarme durante muchos patios más en la biblioteca, haciendo cuentas de cómo había formado durante todo este tiempo. Jamás hubiera tenido los suficientes recreos para hacerlo. Se acercaba el momento de despedirse… Y no sabía de qué manera posponerlo.

Es por esa razón por la que decidí  proyectarme entre estas líneas. Me gustaría dar las gracias a todos aquellos profesores que algún día colaboraron en este viaje hacia nuestro futuro. A Gloria, Rosa Lledó, Pilar Suárez, José Carlos, Encarna, Santi Tello, Amelia, Carmina, Elena, Enric Mut; que encarrilasteis  el vagón por las vías, y nos aportasteis el empujón y la energía necesaria para seguir creciendo. Esa energía la prolongasteis Joaquín, Vicky Torres, Elena Pingarrón, Lino, Fermín; Nos hacíamos mayores, y un poco insoportables. Comenzábamos a tropezar, no solo con nuestros exámenes, también con nuestro carácter. Sin cada palabra o corrección vuestra hubiera sido imposible continuar. Hubiera sido imposible crecer y llegar hasta el momento en que cuarto cerró la niñez dando paso a una adolescencia que floreció por momentos.

Pero tanto primero de bachiller como este año, serán los cursos que marquen el resto de nuestra vida. En ellos hemos aprendido lo más importante: dejar de mirar para empezar a ver. Y sobre todo, hemos aprendido a dejar de oír para empezar a escuchar. Gracias a Fina y a Merche; por enseñarnos en Filosofía a entender varios autores (que no es fácil) y sobre todo por enseñarnos a aprender la lógica de la vida. A Manolo; por inculcarnos que con esfuerzo y constancia podremos saltar cualquier barrera que nos propongamos, arrimándonos un poco más hacia la meta. A Gloria; por enseñarnos que, al igual que sus clases, el valenciano también es una bonita forma de vida. A Lola y a Tomás; por ayudarnos y animarnos con el Inglés, y por abrir las fronteras de nuestra vida. A Ginés; por enseñarnos que los templos con sus columnas, claustros con arquerías e iglesias con sus bóvedas y terceletes están para mirarlos y estudiarlos, y que no podemos vivir la vida sin observarla y aprender de ella. A Carmen Aura, Ana Asensio y Salvador; por culturizarnos, enseñándonos también a hacer una lectura comprensiva de nuestra vida. A Javier; por dedicarnos siempre todo su tiempo, y si de vez en cuando nos portábamos bien, lanzarnos algún caramelo; por hacernos saber en dos años todo lo que ocurrió en el mundo, robándonos siempre dos minutos de patio; y sobre todo, y como dice él, por ayudarnos a conocer el pasado para poder seguir siempre comprendiendo el futuro. A Luís, por informarnos, y hacernos saber todo lo que de verdad ocurre. Por cada clase rentabilizada en formarnos, en educarnos. Por motivarnos a Investigar caminos, Desarrollar pensamientos, e innovar sueños. Por enseñarnos a sumar valores y multiplicar acciones, y sobre todo por hacernos crecer siempre sabiendo que ningún sueño es Limitado. Por último, me gustaría darle las gracias a la persona que controlaba un poco el caos cuando yo me adentré en este mundo: Ángel. Él nos enseñó a sumar emociones, alegrías y momentos; y a restar preocupaciones. Por hacernos saber que el límite de nuestras metas sería siempre infinito. Por cada una de esas clases invertidas en historia, fútbol o cuentos para no dormir. Por hacernos reír, y por consolarnos al vernos llorar. Por preguntarnos siempre si estamos conformes. Por velar por que cada alumno estuviera siempre en su sitio… “A ver, ¿No tenéis clase?” Pero sobretodo, por inculcarnos que siempre nos acercaremos a nuestros propósitos… TANTO COMO QUERAMOS

Y así, gracias a todos los que nos disteis clase como a los que no. Tanto a los que estáis como a los que en su día ya marcharon. Porque vosotros nos habéis hecho madurar como personas y sobre todo porque aportasteis día a día el escalón que nos ha hecho poder seguir subiendo siempre hasta la última clase, HASTA EL ÚLTIMO SUEÑO.

Porque el día que me marche seguirá resonando siempre en mi corazón aquella melodía agradable que marcaba el fin entre clase y clase y que un día sellará definitivamente el fin de una etapa… De una vida.
2006-2012. Sol. 

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mi villa del refugio

Abrí el armario para coger cualquier prenda que me protegiese del frío exterior, y después de un intento fallido al no encontrar nada en aquella leonera, abandoné mi casa cerrando la puerta a portazo limpio. Sí, mi cuarto parecía una auténtica jaula para animales. Los abrigos de lana se amontonaban en estantes, entremezclándose con los folios de apuntes del día anterior mientras que ropa interior y camisas frecuentes adornaban el cabezal de mi cama, la parte inferior de la mesa de estudio o incluso un pequeño rincón en el cuarto de baño. Aquella acefalía era mi habitáculo cotidiano, pero en días como aquellos resultó ser un gran manto bajo el que tiritar en las noches mas frías, y aquello era más que suficiente.

De manera que me marché. Me marché porque lo requería. (Parece que la habitación que no era el único caos del momento) Mi corazón necesitaba un respiro en días ahogados como los que corrían y nada mejor que un poco de aire puro después de conocer la pura realidad. Así que opté por dejar de dar vueltas a la manzana -y a mi cabeza- decidiendo finalmente dejarme caer sobre un banco, aunque fuera con el fin de despejarme unos minutos y observar aquellos días que parecía haber desperdiciado. Un poco de empache vital, todo lo que necesitaba para desenmascarar mi conciencia y saber actuar, saber pensar. Y que durante tanto tiempo pareció que no llegaría nunca

Me acordé entonces de que debí haberme detenido unos minutos a buscar alguna prenda otoñal, porque se levantó una brisa que puso mi piel de gallina. Tenía frío. Frío en los brazos y en mis ideas, en mis sentidos. Frío en el cuerpo, en las orejas. En los brazos y en los dedos de los pies. Y en el corazón.

Y de repente llegaste tú. Traías contigo un enorme chaquetón forrado de afectividad. Las mangas tenían pinta de ser calentitas, lucían bordes desbordados de cariño. Y debajo del cuello vestía una larga cremallera por la que asomaban dos cordones de todo un montón de dulzura. Entonces me miraste con aquella apacibilidad que te caracteriza, me sonreíste para tranquilizarme, y me arropaste con ternura mientras cubrías mi cuerpo del frío, haciendo lo mismo con mi corazón.

Fue entonces cuando te convertiste en mi guarida, en mi villa del refugio. En mi recinto estable, lugar al que acogerme, o incluso un pequeño desván donde poderme desahogar. Me concediste tus mejores abrigos para las noches más frías, los más buenos de tus consejos. Fuiste tú la que calmaste aquella marea negra que parecía no cesar nunca, aquel oleaje que no me dejaba vivir, que no me dejaba soñar. Y lo conseguiste. Me protegiste de cualquier frío, dolor. De aquella pleamar permanente. De cualquier pensamiento extraño, cualquier impostor sucedáneo, o incluso de todos y cada uno de los miedos que se colaron entre los caminos de mi futuro. Pasé, en un abrir y cerrar de ojos, del momento más frío desde hacía años... al instante en el que conocí la parte más cálida de toda mi vida. Y aquello no lo cambiaría por nada del mundo.

"Por eso ahora, cuando tengo miedo de vivir... o de no saber donde recurrir, me acuerdo de todas las veces que has estado conmigo. Es como si fueras un gran escudo invisible, un arma inmortal capaz de amortiguar cualquier tipo de golpe. Tú aguantas todo, sea lloro, sea enfado. Cualquier tipo de maldad en mi vida la conviertes en instantánea, fugaz. Haces sencillamente que se marche para siempre. Lola, tú cuidas de mí incluso cuando no existen razones de las que preocuparse. Tú haces que mis peores momentos se hagan leves, y llevaderos... y gracias. Gracias por ser ese apoyo incondicional que me hace permanecer tan segura de mí misma. Gracias por apostar por mí. Porque cada vez que mi mirada se pierde, cada vez que mi corazon gotea, o que mi pensamiento parpadea, estás tu para llenarlos, para sanarlos, y para decirme e inculcarme que siempre te quedarás y me arroparás en las noches más frías. Y sobre todo, porque desde que se torció mi mundo y salí de aquella burbuja, nunca sentí tanta fuerza, hasta el día en que supe que te quedarías conmigo para siempre"

Gracias por ser esa especie de amiga-abrigo que todos necesitamos, y que yo pude encontrar en ti. Por aparecer en el momento más frío, y por hacérmelo todo mucho más fácil. Sabes de sobra que ese "abrigo" que me proporcionas siempre tendrá un lugar en tu armario para cuidarte con todo su amor por mi parte.

Te quiero con todo mi corazón, y siempre estaré contigo.

Sol

martes, 18 de octubre de 2011

Dos minutos


El ir y venir de aquel pensamiento no le dejaba dormir. Tenía la mente fría, opaca. Solo que en determinados momentos sus paredes internas se tornaban de un gris translúcido y, durante unos segundos, conseguía recargar de luz su interior. No duraría mucho. Aquello que funcionase como pila no tardaría en descargarse... y, de vez en cuando habría que recargar el cartucho de nuevo. "Deme solo dos minutos"
Concentrada, y con la batería a su máximo, decidió retomar aquel vaivén nostálgico, y de explicación genuina que todavía, traviesa ella, no se dignaba a aparecer. Pero se conocía las pisadas de aquellas sensaciones. Sabía cuándo dejarlas fluir, cuando pararles los pies. Las leyes imposibles de un "quiero y no puedo" que florecía por momentos, y que para cuando se diera cuenta, ya habría sembrado aquello que siempre intentaba esquivar; ese "puedo y no quiero" continuo, aquel vértigo terrible que supondría imaginarlo de nuevo y que la dejaría temblando, sin saber a qué aferrarse.

 Consiguió sintonizar cabeza-corazón... Por favor, ¿La emisora de mi pasado? (...) Las respuestas aparecen por sí solas como brisas marinas. Sin una veleta, brújula o gran mapa que les haga seguir un recorrido preciso, un rumbo exacto. De repente un día, cuando subes el toldo de tu mente para respirar aire puro, la tienes. Sin esperarla, sin predecirla... sin más. Aquellos dos minutos que le robaste a la vida... son solo aquellos que la oportunidad tardó en adentrarse y camuflarse en los días de tu vida.
Fue entonces cuando comprendí que las acciones incorrectas, el poco acierto de mentir, o la necesidad de actuar mal, no existen. Ni siquiera se trata de ganas de estropear, o de hacerle el trabajo más difícil a la vida. No pensemos mal. Sólo son ignorantes. Personas que no conocen ni saben las reglas de este tablero. Personas, que aunque se les haya enseñado a jugar a este juego vital, y teniendo a sus pies la oportunidad de aprender a hacerlo; en tan solo dos minutos... La han rechazado.
"...Qué curioso aquél filósofo, que ya lo afirmaba"
Sol

viernes, 14 de octubre de 2011

Felicidades Rubia bonita


Ella prefería no decírselo. Siempre había permanecido en un segundo plano intentando pasar desapercibida entre las paredes de su vida, y así poder espiarla muy de cerquita. Lo llevaba haciendo desde antaño, hacía mucho tiempo, y siempre había dado resultado. ¿Por qué no seguir guardando el secreto? Se trataba de desempeñar una única tarea: Convertirse en su ángel de la guarda, para solo... cuidarla en todos los momentos de su vida.
Conforme fueron sucediendo los días... también fueron floreciendo el cariño, y la ilusión que portaba en cada parte de su cuerpo, de su vida. Yo nunca me hubiera revelado, pero fueron esos andares acompasados, esa mirada parpadeante que no dejaba de prestarme atención. Y que si dejaba de hacerlo, tan solo era para cerrar los ojos y sonreírme. La unisonancia de aquellos tacones, la melodía de unas piernas perfectas, la sinfonía de unas curvas extravagantes y la risa fresca de unas facciones exóticas. Todo un revuelto de cosas bonitas, aliñado con aquella picardía con la que siempre sabía hacerme feliz.
De manera que no pude contenerme, y allí me quedé. Siempre estuve a tu lado desde hace mucho tiempo. Siempre te estuve cuidando desde la sigilosidad, sin mediar palabra. Cada golpe, cada caída... bastaban para acercarme a ti, y con total familiaridad, recogerte. Y volverte a colocar en el recorrido de tu vida. Esa era mi única misión... hasta que te conocí.
Desde entonces... no solo eres portadora de todas esas cualidades infinitas, de las que todas estas solo son algunas... sino que también eres transmisora de ellas. Te limitas a hacerme feliz, y con ello mucho mejor persona. A agradecerme, con cada sonrisa diaria... todo lo que siempre he querido hacer por ti. De manera que durante todo el tiempo que queda, seguiré cuidándote en cada uno de tus días, como he venido haciendo siempre solo que esta vez... contigo, a tu lado. De tu mano
"Porque desde el día en que me quedé contigo ya no avanzan las manecillas del reloj, ni siquiera se derrite ya el hielo de mi vaso. Y ella está frente a mí. Sin mediar palabra, parpadea, y sigue caminando, esperando a que la siga, como si las dos fuésemos conscientes de que la vida no tendría sentido si no nos tuviéramos la una a la otra"
Para mi Pove... que es su cumpleaños y se lo merece. Te quiero con todo mi corazón
Sol

viernes, 30 de septiembre de 2011

Biprobabilidades. Biposibilidades.

Parece un acertijo. Es como si quisiera resolverlo muchas veces pero siempre llegara al mismo sitio. Como si cuando la primera opción de respuesta no fuera válida hubiera que recurrir a la segunda para seguir intentándolo. Las posibilidades se mezclan, se agitan, se evaporan. Y luego se separan. Se vuelven a juntar. Cuando amanece borroso por un sitio, todo despejado en el otro...siempre. Y viceversa.

Así son las últimas semanas de mi vida. Las contradicciones son solo un ante puesto a todo lo que de verdad aguarda cada día. No es cuestión de nuevos problemas, sino de tener amontonados en un rincón imaginario siempre los mismos. No se trata de terceras personas, de hecho añoro las historias cansinas adolescentes donde tan solo una tercera persona entromete sus zarpas en la vida de otros. No hablo de eso. Me refiero a libros con tan solo dos hojas, historias con dos finales. Biposibilidad, biprobabilidad. Mundos con dos sitios, con dos lugares concretos. La disparidad que supone sucederte en un lugar donde se encuentran cientos de personas y saber que no importa, porque al final, cuando ya te hayas marchado, tan solo te quedarán en mente dos de ellas, de todas las muchas que allí respiraban.

Porque realmente no importa el camino que escojas, la piedra que muevas, el paso que des.  No te molestes en actuar, en pensar, hacer o cambiar. Las cosas ya están predichas, y los errores cometidos. Limítate a soñar, reír, disfrutar. Porque la vida sigue su curso y ese devenir aleatorio es ahora un transcurso imparable hacia un futuro que, de momento, parece inamovible.

Hola, ¿Alguien me ha visto? No me encuentro...

Sol

martes, 27 de septiembre de 2011

Pasado continuo

Se creía poder controlarlo todo. Habían sucedido tan solo un par de meses desde aquel entonces, y, con toda ingenuidad, ya creyó haberlo enterrado. Ella nunca callaba, no tenía reparo alguno. Si algún día le volvieran a preguntar contestaría con la misma simplicidad con que supo reconocer lo que la vida le iba anteponiendo. Se aferraría a los pensamientos más afines para intentar evitar cualquier tipo de recuerdo que el pasado le quisiera hacer revivir. Desde ese día, fue capaz de taparse los ojos  y volver a escuchar la conciencia intranquila de quien nunca consiguió su propósito.

Esas semanas bastaban para haber caído en la cuenta de que no resultaba tan difícil escapar de aquella vida idealizada. Tan solo había que mirar hacia la puerta, abrirla, y estar dispuesta a salir. Era cuestión de desparpajo, humor. Se trataba de darse cuenta que la felicidad de alrededor le ganaba  un pulso emocional al pasado. Aquellos recuerdos ambiguos, la cantidad de momentos evaporados, y palabras que jamás se pronunciaron habían quedado por fin sellados en algún tipo de lugar que jamás quiso pronunciar. De esta manera, cuando consiguió tragar saliva y fue capaz de agarrar los cimientos de su vida… pasó. Y todo al fin terminó.

Desde entonces, día tras día, uno tras otro te vuelves a suceder de entre los estucados de mis paredes con otro rostro y otro nombre diferente. Te limitas a visitarme en cada una de mis debilidades  adentrándote sigilosamente en mis quehaceres como en su día ya supiste hacer. Tu aroma persuasorio y tus diferentes bazas  las conozco, intentan volver a atraparme con falsos argumentos que por bien de unos y mal de otros, he logrado ya esquivar.

De manera que con otro cuerpo, otro nombre, otra excusa. Siendo ya pasado, y queriéndolo ser continuo. Con diferente rostro pero misma instancia. Os presento a lo que la gente llama “amor” y lo que yo, de momento, aun no se que nombre dar…

Para la persona que me inspira a escribir cada día, y sobretodo que me insta a ser feliz y a nunca perder la sonrisa. Gracias por hacérmelo todo mucho más fácil Chus... 

Sol